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CARTOGRAFÍAS DE AUSENCIAS por Domingo Varas Loli
Hace algunas décadas en Francia se puso de moda una escuela de análisis crítico, el estructuralismo, que pregonaba la ausencia de la persona del autor en el análisis de su obra. Varios años depués, sin embargo, se ha demostrado que esta tentativa es imposible. Cómo interpretar la furibunda y hermética poesía de Rimbaud, por ejemplo, sin conocer su tortuosa vida provinciana; la tiranía que sobre él ejerció su madre, sus largas caminatas a París o su bohemia clarividente. O descifrar la poesía de Vallejo sin conocer sus peripecias sentimentales, su hambre y pobreza. O a Borges sin conocer su vida libresca, su ceguera.
Obviamente, es imposible poder develar los oscuros resortes de un poema sin conocer la vida o algunas claves biográficas de su autor. Lo he constatado el día de hoy leyendo el poemario “Cartografía de ausencias” de Luz del Alba Velasco.
No conozco a Luz del Alba y, por eso, su libro me ha parecido más inextricable y enigmático. Lo primero que salta a la vista es que se trata de una indagación de las esencias, en el fluir del tiempo, en la ausencia, en el insondable amor.
Cartografía de ausencias está dividido en dos partes: la primera- que lleva el mismo nombre el título- es un homenaje al país vasco, cuyo paisaje humano y cultural ha dejado hondas huellas en la memoria de la autora, quien busca rescatar del olvido y el pasado imágenes y presencias, sombras, recuerdos fugaces, toda esa precaria materia que se deshace con el paso de los años.
El leit motiv de esta parte del libro está expresado en el poema Aste Nagusia, uno de los más hermosos, en el que la poeta refiere que su poetizar tiene como objetivo reinventar el pasado, reconstruirlo con retazos de memoria: “Y que todo lo visto fue al calor del Cantábrico/ que no pudo enfriar esta memoria redundante/ que repite los signos/ para que la ciudad pueda existir”.
Pero Cartografía de ausencias no es sólo una colección de recuerdos, va más allá. Es un buceo en el inconsciente colectivo de la cultura vasca, a la que parece haber sondeado con armas racionales e irracionales, con todos sus sentidos, desde la perspectiva de un outsider que goza de los pasajes marinos, de la vida tabernaria y de la rebeldía de los Ocupa, grupo de jóvenes ocupantes de casas abandonadas.
En los poemas de este libro hay una densa carga simbólica, que se expresa con raras y hermosas metáforas o personajes míticos, tales como el bucentauro de Cantabria. Hay en esta poesía una atmósfera que nos remite a la de los mejores versos de los “poetas malditos” Rimbaud, Baudelaire, Verlaine. En esta parte aparecen, sin duda, los mejores poemas del libro, en los que se revela una a voz que está construyendo una poesía coloidal, cargada de múltiples sentidos que se hacen y rehacen incesantemente en el rito de la lectura e invitan al pasmo y a la reflexión.
En cada uno de estos versos nos asomamos a una cornisa para otear la inminencia de una revelación que, finalmente, no se produce como ocurre con la más grande y hermosa poesía de todos los tiempos. Los versos de este poemario tienen la fuerza y el vigor de poderosas viñetas que como relámpagos significativos iluminan un trozo de la realidad más ignota, haciéndonos vislumbrar por fugaces instantes la paradójica condición humana.
Péndulo del Sur – la segunda parte del poemario- es , en cambio, un rastreo por los orígenes de la autora: su pueblo, sus fantasmas personales, sus padres y los seres que habitan la imaginería popular rondan sutilmente por las páginas. Estos poemas mantienen el mismo tono y la atmósfera simbolista de la primera parte, lo que se refleja, por ejemplo, en el poema El rayo: “En verano el cielo relampaguea /la mayoría de las noches/ son luces que emigran de un cerro a otro/ hasta formar un ala de ángel/ que hiere la oscuridad./ Entre el bullicio de rayos y sapos/ los borrachos huyen/ se lamentan escondidos/ bajo alguna cornisa./ Aguardan su amor por el agua/ y los destellos que evita/ la rotación de sus miradas.”
Cartografía de ausencias tiene una estructura similar a la novela Rayuela de Cortázar, que está dividida en dos partes: una “del lado de allá” y la otra “del lado de acá”, como si la identidad de ambos escritores estuviera dividida entre dos ámbitos, o como si la obra literaria consistiera en sondear esta vaga identidad. “En la frontera sur las cosas tienen otro tiempo. Éste no es un semáforo rojo para detenerse o verde para seguir, como en las grandes ciudades...”escribe la autora tratando de describir las sutiles diferencias que nos separa de otro lado geográfico.
La poesía de Luz del Alba es sobria, tiene una belleza helada y está en gestación, con imágenes que no cesan de sorprender y una imaginación de prosapia surrealista. No cabe duda, pues, que ha leído y asimilado lo mejor de la poesía vanguardista contemporánea.
Lectora de signos poéticos es, además, una escritora con ojo avizor, lo que se explica en buena cuenta por su actividad de fotógrafa. No se contenta, sin embargo, con registrar y captar los signos visibles y exteriores, la engañosa superficie de las cosas, sino que penetra en oscuros recintos, en los laberintos, en la extraña realidad de las raíces. Por ello leer Cartogra´fia de Ausencias es un placer y un enriquecimiento, una forma de aprender a vivir y convivir con nuestras dudas e incertidumbres, con nuestros propios demonios.
*Texto leído durante la presentación del libro en la ciudad de Trujillo, Perú.