miércoles





Mi hermana Cecilia es para mí como una hada que recoge silenciosamente día a día entre los bosques de ceibas, pachotas y sabinos todo resquicio poético de lo que está desapareciendo por las talas no sólo de la naturaleza verdosa sino de nuestro pensamiento. Vá pues estos poemas de ella, que ahora anda en la preñez con su guarumbusito.


I

Ando en la maleza
de noche
asisto de aretes
con grillos que penden
esmaltados
susurrándome una canción
querida
Desarbola la oscuridad
iluminada de insectal
remanso
abro caminos
líquidas luminiscencias
que dicen
códigos de especie
desvelo el recuerdo que soy
retorna a veces
y salen de la gaveta


II
Ya todo está perdido
el agua ha caído y
lanza sonoras tangibles
sobre los techos sus arbustos
La hormigueante acrópolis
arduos ciudadanos
transladan a la reina
sus larvas pasionarias
naufragan sobre una lancha
cadena de soldados
arroyo abajo
Es la historia de casa
con las vigas enmohecidas-

III

Tardía se regocija
tu candil
pabellón
de plumas
que enllovecido se levanta

Allá viene alguien
prendida de estrellas
polvorín
a cubrirte ave con
su manto

Duerme
el hombre ocupado
se extermina
ya no ve
tu valioso
vaporoso
vuelo



jueves

LAs TARJAs que no vemos y pisamos






Fotos y textito de Luz del Alba

Pretender hacer una ‘arqueológica urbana’ empleando como matriz reproductora las tarjas o alcantarillados, introducirnos al mundo subterráneo en donde la tapa sea
un símbolo más por ver, de modernidad? o de reflejar algo representativo de un lugar de nuestro mapa terreste. Huella, tras huella en los caminantes que deambulan por ciudades con la vista gacha, porque las tapas de alcantarilla no son precisamente monumentos que la gente se pare a ver… huella dactilar de un lugar o cultura.


Pero Zaid nos habla de la palabra TARJA

El uso de tarja como cartulina o pieza donde se pinta un emblema o rótulo fue desplazado por el diminutivo tarjeta. (La tarjeta de visita es una especie de escudo de armas, con las glorias del portador.) Pero no completamente. Según Darío Rubio (Estudios lexicográficos. La anarquía del lenguaje en la América Española, México, 1925), “En Costa Rica, en Honduras y en Chile, TARJA es una tarjeta de visita. En México es un programa de fiestas religiosas.” (Es de suponerse que se refiere a la cartulina en el atrio que anuncia los oficios de Semana Santa, por ejemplo.) El uso de tarja como nombre de una moneda desapareció con ésta.
Tarja viene del francés targe (‘rodela’), pero se remonta al indoeuropeo dergh (‘agarrar’), que está en el origen de dracma, adarme, tarja y tarjeta, según Robert y Pastor (Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española). De dergh también derivan targe (‘rodela’) y target (‘rodela usada como blanco’) en inglés, según The American Heritage dictionary of Indo-European roots.
En el siglo xvii, tarja adquirió otro significado en español: la media caña o tablita donde se hacen muescas para llevar la cuenta de lo que el cliente compra o bebe fiado, con copia (que se lleva el cliente) en la otra mitad de la caña o tablita. (Casando original y copia, salta a la vista que concuerdan: que no hay alteración.) De ahí tarjar, ‘cargar a la cuenta’.
Quizá también se ha dicho tarjar de ‘hacer muescas en un arma para llevar la cuenta de los muertos’. Además de la semejanza, puede haber una conexión entre esta práctica contable (ilustrada en las películas de vaqueros) con los conceptos de ‘cargarse a alguien’ y ‘deber una muerte’, que se remontan a la tradición de blasonar las glorias del guerrero. En apoyo de esta hipótesis, hay un paralelo. Según el Diccionario de Autoridades de la Academia (1737), Quevedo usó tarjar burlonamente, para referirse a la cuenta de los años que marcan las arrugas:

Va prestando Navidades
como quien no dice nada,
y porque no se le olviden
con las arrugas las tarja.
La primera documentación de tarja ‘registro contable’ aparece en esa misma página, dando como autoridad una frase de la novela Guzmán de Alfarache (1605). Pero Corominas hace notar que ahí no dice tarja, sino taja; y, en su opinión, el uso contable de tarja y tarjar, en vez de taja y tajar, empezó por una confusión. Las palabras se parecen, y tanto la moneda marcada con su valor como la tablita marcada con el monto fiado tienen funciones semejantes: acreditan una cantidad.
¿Cómo se pasó de estos significados de tarja (‘escudo arma’, ‘escudo emblema’, ‘escudo moneda’, ‘registro contable’) al que hoy predomina en México (‘pieza de fábrica integrada como cuenco de un fregadero’)? Cabe conjeturar otra confusión, esta vez con atarjea, un tecnicismo de la construcción hidráulica.
Atarjea sale ocasionalmente en los periódicos, pero pocos saben a qué se refiere; y los diccionarios no registran todos los significados que tiene o ha tenido. Se considera un arabismo de origen incierto. Las palabras que se han propuesto como étimos (attasyí, altayriya, tagriya, targa, targiya, tarha) se refieren a canalizaciones o depósitos de aguas, generalmente residuales.
En las ciudades, se llama atarjea a varias partes de las obras subterráneas que canalizan aguas pluviales o negras. En el campo, recibe este nombre una pequeña construcción hidráulica, no subterránea, pero sí bajo el camino que cruza una corriente de agua ocasional (que fluye nada más cuando llueve). En el cruce, suele construirse una elevación o joroba horadada para dar paso al agua. No es en realidad un puente, aunque según The most complete English-Spanish technological dictionary
www.ciesas.edu.mx/istmo—web/ciesasweb/diagnosticoestatal/guanajuato/extras/tabla02.html, Nombres de los municipios y sus significados en lenguas indígenas o en español), su nombre viene del náhuatl y quiere decir ‘Donde van a beber agua’.
Ojalá que los nahuatlatos aclaren este punto. Ni fray Alonso de Molina (Vocabulario en lengua castellana y mexicana, y mexicana y castellana, 1571) ni Rémi Siméon (Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, 1885) parecen apoyarlo. Además, resulta inverosímil que el lugar tuviera un nombre náhuatl cuando llegó Alejo Guzmán (y que a éste le sonara como atarjea), porque, según Peter Gerhard (Geografía histórica de la Nueva España), la región estaba entonces poblada por chichimecas. Los nahuas llegaron con los españoles.
Jorge Uzeta, que ha publicado numerosos trabajos sobre la región, me dice (23 v 06) que “el origen del topónimo es incierto” y que en los recuentos de Antonio Peñafiel (Catálogo alfabético de los nombres de lugar pertenecientes al idioma náhuatl, 1885), César Macazaga (Nombres geográficos de México, 1978) y Carlos Jaso Vega (Topónimos nahuas en la geografía de México, 1997) no aparece como nahuatlismo. Miguel León-Portilla me dice (8 VI 06) que no parece un nahuatlismo. Sería bueno saber de dónde sale, y con qué fundamento, ‘donde van a beber agua’.
Para la confusión de tarja y atarjea, sería perfecto que atarjea viniera del árabe tarha ‘depósito de agua a la salida de un canal’. Pero Corominas rechaza este origen, “porque no hay ejemplo alguno de que el h [árabe] dé j en castellano”. No sólo eso: “atarjea es arabismo, y no tiene nada que ver con este vocablo [tarja], contra lo que dijeron Diez y Schade”. Sin embargo, que lo hayan dicho es un testimonio de que la confusión es posible.
Más fuerte aún es el testimonio recogido por Beatriz Scharrer Tamm (Cambios tecnológicos en los ingenios azucareros. Siglos XVII – XVII, México, tesis UNAM, 1994), cuyo vocabulario anexo registra “TARJA O TARJEA: Conducto por donde se llevaba el agua al molino. Ver atarjea.” “ATARJEA: Canalito de mampostería, a nivel del suelo y sobre arcos, que sirve para conducir el agua. La atarjea del molino.” Esto implica que atarjea pudo simplificarse en el uso, primero como tarjea y luego como tarja.
Los fregaderos reciben agua limpia y descargan aguas residuales. Pertenecen al mundo de las atarjeas. Cuando aparecen los cuencos prefabricados y la necesidad de darles nombre, cabe suponer que el parentesco de las funciones y el parecido de las palabras sugirieron tarja.

Va´pues este merito de investigación.

domingo

CARTOGRAFÍAS DE AUSENCIAS por Domingo Varas Loli



Hace algunas décadas en Francia se puso de moda una escuela de análisis crítico, el estructuralismo, que pregonaba la ausencia de la persona del autor en el análisis de su obra. Varios años depués, sin embargo, se ha demostrado que esta tentativa es imposible. Cómo interpretar la furibunda y hermética poesía de Rimbaud, por ejemplo, sin conocer su tortuosa vida provinciana; la tiranía que sobre él ejerció su madre, sus largas caminatas a París o su bohemia clarividente. O descifrar la poesía de Vallejo sin conocer sus peripecias sentimentales, su hambre y pobreza. O a Borges sin conocer su vida libresca, su ceguera.

Obviamente, es imposible poder develar los oscuros resortes de un poema sin conocer la vida o algunas claves biográficas de su autor. Lo he constatado el día de hoy leyendo el poemario “Cartografía de ausencias” de Luz del Alba Velasco.

No conozco a Luz del Alba y, por eso, su libro me ha parecido más inextricable y enigmático. Lo primero que salta a la vista es que se trata de una indagación de las esencias, en el fluir del tiempo, en la ausencia, en el insondable amor.

Cartografía de ausencias está dividido en dos partes: la primera- que lleva el mismo nombre el título- es un homenaje al país vasco, cuyo paisaje humano y cultural ha dejado hondas huellas en la memoria de la autora, quien busca rescatar del olvido y el pasado imágenes y presencias, sombras, recuerdos fugaces, toda esa precaria materia que se deshace con el paso de los años.

El leit motiv de esta parte del libro está expresado en el poema Aste Nagusia, uno de los más hermosos, en el que la poeta refiere que su poetizar tiene como objetivo reinventar el pasado, reconstruirlo con retazos de memoria: “Y que todo lo visto fue al calor del Cantábrico/ que no pudo enfriar esta memoria redundante/ que repite los signos/ para que la ciudad pueda existir”.
Pero Cartografía de ausencias no es sólo una colección de recuerdos, va más allá. Es un buceo en el inconsciente colectivo de la cultura vasca, a la que parece haber sondeado con armas racionales e irracionales, con todos sus sentidos, desde la perspectiva de un outsider que goza de los pasajes marinos, de la vida tabernaria y de la rebeldía de los Ocupa, grupo de jóvenes ocupantes de casas abandonadas.

En los poemas de este libro hay una densa carga simbólica, que se expresa con raras y hermosas metáforas o personajes míticos, tales como el bucentauro de Cantabria. Hay en esta poesía una atmósfera que nos remite a la de los mejores versos de los “poetas malditos” Rimbaud, Baudelaire, Verlaine. En esta parte aparecen, sin duda, los mejores poemas del libro, en los que se revela una a voz que está construyendo una poesía coloidal, cargada de múltiples sentidos que se hacen y rehacen incesantemente en el rito de la lectura e invitan al pasmo y a la reflexión.

En cada uno de estos versos nos asomamos a una cornisa para otear la inminencia de una revelación que, finalmente, no se produce como ocurre con la más grande y hermosa poesía de todos los tiempos. Los versos de este poemario tienen la fuerza y el vigor de poderosas viñetas que como relámpagos significativos iluminan un trozo de la realidad más ignota, haciéndonos vislumbrar por fugaces instantes la paradójica condición humana.
Péndulo del Sur – la segunda parte del poemario- es , en cambio, un rastreo por los orígenes de la autora: su pueblo, sus fantasmas personales, sus padres y los seres que habitan la imaginería popular rondan sutilmente por las páginas. Estos poemas mantienen el mismo tono y la atmósfera simbolista de la primera parte, lo que se refleja, por ejemplo, en el poema El rayo: “En verano el cielo relampaguea /la mayoría de las noches/ son luces que emigran de un cerro a otro/ hasta formar un ala de ángel/ que hiere la oscuridad./ Entre el bullicio de rayos y sapos/ los borrachos huyen/ se lamentan escondidos/ bajo alguna cornisa./ Aguardan su amor por el agua/ y los destellos que evita/ la rotación de sus miradas.”

Cartografía de ausencias tiene una estructura similar a la novela Rayuela de Cortázar, que está dividida en dos partes: una “del lado de allá” y la otra “del lado de acá”, como si la identidad de ambos escritores estuviera dividida entre dos ámbitos, o como si la obra literaria consistiera en sondear esta vaga identidad. “En la frontera sur las cosas tienen otro tiempo. Éste no es un semáforo rojo para detenerse o verde para seguir, como en las grandes ciudades...”escribe la autora tratando de describir las sutiles diferencias que nos separa de otro lado geográfico.
La poesía de Luz del Alba es sobria, tiene una belleza helada y está en gestación, con imágenes que no cesan de sorprender y una imaginación de prosapia surrealista. No cabe duda, pues, que ha leído y asimilado lo mejor de la poesía vanguardista contemporánea.
Lectora de signos poéticos es, además, una escritora con ojo avizor, lo que se explica en buena cuenta por su actividad de fotógrafa. No se contenta, sin embargo, con registrar y captar los signos visibles y exteriores, la engañosa superficie de las cosas, sino que penetra en oscuros recintos, en los laberintos, en la extraña realidad de las raíces. Por ello leer Cartogra´fia de Ausencias es un placer y un enriquecimiento, una forma de aprender a vivir y convivir con nuestras dudas e incertidumbres, con nuestros propios demonios.




*Texto leído durante la presentación del libro en la ciudad de Trujillo, Perú.

viernes

ASTE NAGUSIA

Al amanecer armados de
una ardiente paciencia
entraremos a las ciudades
Rimbaud


Poema Luz del Alba Velasco

ASTE NAGUSIA



De la ciudad de Bilbao
he vuelto con recuerdos claros;
un toro iluminado
el yonki gitano
que se pincha la vena
el aparador asaltado a puñetazos
y la muchaha que has concocido en Gasteiz


Y ahora entre mi delirio de cuarenta grados
aparece ...sin su flauta

En realidad muchos de los morenos
que se pasean por la calle de Bailen
rumbo a la estación de Santander
son vendedores de hashish
"La ciudad es redundante;se repite
para que algo llegue a fijarse"

Yo tambien quiero volver a Bilbao
mi recuerdo moribundo
abarca peces de colores chillantes
que vuelan y se quedan tatudados
en la piel de los Okupa
música subterránea
atestando las txosnas de borrachos
y obesos que se sofocan

Pero quien viene conmigo
jura en cambio
que no hay peces volando
y que solo una tatuada dispuso del suelo
su tinta de henna
y un solo hombre obeso bailando
y cantando al son de Latzen
y que todo lo visto fue al calor del Cantábrico
que no pudo enfriar esta memoria redundante
que "repite los signos
para que la ciudad pueda existir"

Hoy quería estar en Bilbao
y reincidir en esa búsqueda que no existe
posar mis nalgas en alguna tubería del Guggeheim
mientras un pastor acaricia la ciudad
desde el muelle Churruca