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MARTIN CHAMBI Y LA DINAsTÍA CHAMBI
MARTIN CHAMBI: POETA DE LA LUZ
Hace un par de años tuvimos la oportunidad de vagar por tierras andinas y conocer algunos de los parajes y rincones que el poeta, alquimista de las sombras; Martín Chambi diera a conocer al mundo, primer fotógrafo indígena de América Latina, el primero que "mira con ojos no colonizados".
Y que nos ha enseñado que la fotografía tiene que ser una vocación inclaudicable, una pasión certera, un amor para toda la vida. Si la imagen no es un corazón dentro del corazón, no se puede aspirar a ser poeta de la luz, no es posible arribar a las profundidades del alma que descubra para si y para todos. ¿ Cómo atrapar a los campesinos en su balsa de totora, como decir el mundo y las cosas infinitas del mundo inca? si no es mediante ese instrumento mágico, lúdico y maravillosamente vasto y complejo que es la caja negra.
Obrero singular que trasmuta las cotidianeidades, los silencios en éxtasis (basta ver Amanecer el la Plaza de Armas, 1925) para entender esa sustancia en armonía. Cuando se es un fotógrafo verdadero como Chambi, se convierte en un acto purificador de la naturaleza humana, en un estallido de luz primigenia. Las cosas de las que nos habla, esa cosas al alcance de la mano de todos los días, cambian y ya nunca vuelven a ser las mismas: han sido tocadas de una vez y para siempre por el asombro.
Ya lo diria Roland Barthes en su La Chambre Claire , que la característica central y especialmente filosófica ; "l o que la fotografía reproduce al infinito o tiene lugar más que una vez, ella repite mecánicamente lo que jamas podrá repetirse existencialmente. En ella, el acontecimiento nunca se supera hacea otra cosa: ella siempre devuelve el corpus que necesito al cuerpo que veo, es el particular absoluto, la contingencia soberana, sorda y como animal, el tal ( (tal foto, y no la foto), en resumen, la Tuché, la ocasión, el Encuentro, lo real, es su expresión infatigable" .
Con el" Indígena cargador de Chicha," 1921 nos desgrana y teje un sueño forja en nosotros mismos la catástrofe de la felicidad que la sonrisa desnuda en la que florecemos, todo es una conjura de la memoria.
Martín Chambi, utilizara el contraste y claroscuro después de conocer la obra de Rembrandt en Arequipa después de eso le llamaran el "poeta de la luz" Su obra es un compendio sensible que da testimonio de su país, enalteciendo la presencia de la cultura indígena en ellas una fuerte dicotomía entre realidad aparente y realidad interna o esa concepción que remonta, hay que recordarlo, hasta el mito platónico de la caverna.
Después de Martín Chambi, vendrá Julia su nieto Theo y más tarde su bisnieto Andrés, para seguir conjurando nuestra memoria, abriendo lo brazos de una de las ciudades más bellas del nuevo mundo (Cuzco), inundándonos con una especie de comunión con nuestra identidad, un levantarse al alba , como "la Ciudadela inca de Machu Pichu ", desde el silencio y quietud del abuelo hasta el bullicio y movimiento del nieto ya lo decía Eliot "la forma es quietud que desata movimiento". Es la dialéctica de la materia y la sustancia.
La foto de la caricia, la de la ira, la de las la burguesía cuzqueña, los espejos, las lluvias, los viajes, los abismos rurales y cotidianos de su gente, la fotografía que describe y la que inventa, la que hurga y la que fragmenta, la que juega a descubrir y esconde, la que ilumina con su mirada no contaminada de compasión sino de un noble sentimiento, la que es planicie y laberinto y nube y tierra labrantía.
El atestiguamiento de la familia Chambi con Martín, Julia, Theo y Andres es un testimonio irrefutable de la existencia de ciertas realidades. Ellas (las fotos) proceden ontológicamente como el San Juan de la Epístolas, diciéndonos: " he aquí lo que he visto, he aquí lo que he tocado. Ahora sois vosotros los que teneís que ver, tocar con los ojos".