La primera parada es en las islas artificiales de los uros. Son islas formadas de cañas (como las que Pepelu cortaba cuando trabajaba en verano en el Magreñán), tardan en construirlas mucho tiempo y después tienen que cambiarlas cada 15 años, ya que si no las raices se pudren y se hunden. Tienen incluso un colegio en una de las islas. Apenas se acercan a la ciudad, sólo a lo indispensable y sobre todo viven del turismo. El elemento clave para su vida son esos juncos, que incluso les sirven de alimento. Se comen la parte interior, que incluso nos dieron a probar.
NASCA
Hay hallazgos arqueológicos que dejan tantas dudas en el aire que acaban convirtiéndose en puros enigmas, traspasando incluso las fronteras de la razón y lo imposible. Uno de los lugares más increíbles en este sentido se encuentra al sur de Perú, en un terreno árido y caluroso que no queda muy lejos del Océano Pacífico, pero del que no llega ni la más mínima brizna de brisa. Las Pampas de Nazca, Palpa y Socos son algo así como un enorme tapiz de tierra muerta que contiene “señales” que superan, en no pocas ocasiones, los dos mil años de antiguedad. Son las conocidas como Líneas de Nazca, una serie de dibujos y formas geométricas que, por raro que parezca, son apreciables únicamente desde el aire. Las hipótesis de los investigadores se mueven entre la posibilidad de que estos dibujos fueran meros centros ceremoniales del pueblo Nazca y las elucubraciones sobre representaciones hechas para honrar a los visitantes de otros mundos. Hay quien incluso piensa que se tratan de pistas de aterrizaje de Ovnis. La arqueología aún no ha dado respuesta plena a tan extrañas formas, por lo que las especulaciones crecen en la literatura científica y más aún en la que trata sobre lo desconocido y el misterio. Pero por mucho que se hable lo mejor es verlas personalmente y, por ello, durante mi paso por Perú dentro del gran viaje deMochilero en América, no dudé en presentarme en la ciudad de Nazca (o Nasca) para tomar una avioneta y sobrevolar las líneas.