jueves

Tu más profunda piel

Siempre quise que un hombre como Cortazar diseñara mis días y mis vueltas a los 80 mundos o a entrarle duramente a nuestras diferencias y decirnos que sería el "Último Round"., Traer conmigo el sello de sus dedos en mi .."más profunda piel" y que penetrara lo más secreto de mi cromado cuello con sus besos o que la flama rápida de las caricias, invitara a pasar a esos paraisos que sólo Julio Cortazar supo describir... Yo por mi parte no lo sé de cierto, quizá gateaba entre las hojarazcas del jardín (aún niña), cuando él escribio esta prosa-poética, que al leerlo vuelvo a creer en lo hermoso de la literatura, la palabra y el detalle de deslizar unos dedos por una tibia piel.... Comparto pues desde lo profundo..

Santé con un Coñac


Pénétrez le secret doré
Tout n’est qu’une flamme rapide
Que fleurit la rose adorable
Et d’oú monte un perfum exquis

Apollinaire, Les collines





TU MÁS PROFUNDA PIEL

de Julio Cortazar

Cada memoria enamorada guarda sus magdalenas y la mía –sábelo, allí donde estés– es el perfume del tabaco rubio que me devuelve a tu espigada noche, a la ráfaga de tu más profunda piel. No es tabaco que se aspira, el humo que tapiza las gargantas, sino esa vaga equívoca fragancia que deja la pipa en los dedos y que en algún momento, en algún gesto inadvertido, asciende con su látigo de delicia para encabritar tu recuerdo, la sombra de tu espalda contra el blanco velamen de las sábanas.

No me mires desde la ausencia con esa gravedad un poco infantil que hacía de tu rostro una máscara de joven faraón nubio. Creo que siempre estuvo entendido que sólo nos daríamos el placer y las fiestas livianas del alcohol y las calles vacías de la medianoche. De ti tengo más que eso, pero en el recuerdo me vuelves desnuda y volcada, nuestro planeta más preciso fue esa cama donde lentas, imperiosas geografías iban naciendo de nuestros viajes, de tanto desembarco amable o resistido, de embajadas con cestos de frutas o agazapados flecheros, y cada poza, cada río, cada colina y cada llano los ganamos en noches extenuantes, entre oscuros parlamentos de aliados o enemigos. ¡Oh viajera de ti misma, máquina de olvido! Y entonces me paso la mano por la cara con un gesto distraído y el perfume del tabaco en mis dedos te trae otra vez para arrancarme a este presente acostumbrado, te proyecta antílope en la pantalla de ese lecho donde vivimos las interminables rutas de un efímero encuentro.

Yo aprendía contigo lenguajes paralelos; el de esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me confundía. Con el perfume del tabaco vuelve ahora un recuerdo preciso que lo abarca todo en un instante que es como un vértice, sé que dijiste: "Me da pena", y yo no comprendí porque nada creía que pudiera apenarte en esa maraña de caricias que nos volvía ovillo blanco y negro, lenta danza en que el uno pesaba sobre el otro para luego dejarse invadir por la presión liviana de unos muslos, de unos brazos, rotando blandamente y desligándose hasta otra vez ovillarse y repetir las caídas desde lo alto o lo hondo, jinete o potro, arquero o gacela, hipogrifos afrontados, delfines en mitad del salto. Entonces aprendí que la pena en tu boca era otro nombre del pudo y la vergüenza, y que no te decidías a mi nueva sed que ya tanto habías saciado, que me rechazabas suplicando con esa manera de esconder los ojos, de apoyar el mentón en la garganta para no dejarme en la boca más que el negro nido de tu pelo.


Dijiste: "Me da pena, sabes", y volcada de espaldas me miraste con ojos y senos, con labios que trazaban una flor de lentos pétalos. Tuve que doblarte los brazos, murmurar mi último deseo con el correr de las manos por la más dulces colinas, sintiendo cómo poco a poco cedías y te echabas de lado hasta rendir el sedoso muro de tu espalda donde un menudo omóplato tenía algo de ala de ángel mancillado. Te daba pea, y de esa pena iba a nacer el perfume que ahora me devuelve a tu vergüenza antes de que otro acorde, el último, nos alzara en una misma estremecida réplica. Sé que cerré los ojos, que lamí la sal de tu piel, que descendí volcándote hasta sentir tus riñones como el estrechamiento de la jarra donde se apoyan las manos con el ritmo de la ofrenda; en algún momento llegué a perderme en el pasaje hurtado y prieto que se negaba al goce de mis labios mientras desde tan allá, desde tu país de arriba y lejos, murmuraba tu pena una última defensa abandonada.

Con el perfume del tabaco rubio en los dedos asciende otra vez el balbuceo, el temblor de ese oscuro encuentro, sé que mi boca buscó la oculta boca estremecida, el labio único ciñéndose a su miedo, el ardiente contorno rosa y bronce que te libraba a mi más extremo viaje. Y como ocurre siempre, no sentí en ese delirio lo que ahora me trae el recuerdo desde un vago aroma de tabaco, pero esa musgosa fragancia, esa canela de sombra hizo su camino secreto a partir del olvido necesario e instantáneo, indecible jugo de la carne que oculta a la conciencia lo que mueve las más densas, implacables máquinas del fuego. No eras sabor ni olor, tu más escondido país se daba como imagen y contacto, y sólo hoy unos dedos casualmente manchados de tabaco me devuelven el instante en que me enderecé sobre ti para lentamente reclamar las llaves de pasaje, forzar el dulce trecho donde tu pena tejía las ultimas defensas ahora que con la boca hundida en la almohada sollozabas una súplica de oscura aquiescencia, de derramado pelo.

miércoles

Amor Intangible y sus mensajes náufragos



Hay días hechos para los encuentros inesperados esos donde uno puede coincidir son esos días que desgracidamente se dan pocos. Una llamada impetuosa de los amigos para tomarte un martini la llegada del escultor Pedro Cervartes con su visión desnuda del Quetazcoalt, y la tarde delicadamente a punto de llovisna, para conocer los "amores intangibles" de René Aviléz Fabila en donde sublima su soledad a través de una conmutador y lanza mensajes náufragos en busca del amor, así llegan los tres cuates: René, Dionisio Morales y Carlos Bracho a mostrar esta novela intensa y emotiva donde los encuentros y desencuentros se hacen fugaces y otras hasta fantasmales, los tres amigos conversan desde sus tres grandes egos hablando a tientas sobre el universo ciberespacial de la amorosidad.





Es una tarde totalmente Tangible donde reimos del humor negrisimo de Aviléz Fabila y de la sensibilidad del poeta Dionisio y claro del actor, fotografo y escritor Carlos Bracho con quien todo mundo quiere tomarse la foto.

"Tarde Londinense"esta toluqueña, me dice cuando bajamos del brazo hacia "BiarritZ" para relajar las gargantas que han hablado tanto y tambien reido. Mutuos halagos y aplausos, que más dá son los regalos que da el mundillo artístico.."la alimentación" dicen otros, Carlos cuenta sus anecdotas de su actividad cinemagrográfica con la Doña Maria Félix hasta sus papeles de sacedorte en las telenovelas, hoy en día.. con "lucerito" la cual aborrece...no a Lucero sino ese papel de sacerdote (no pedofilo) porque Bracho se dice:Comunista y el prefiere actuar obras de Esquilo,Shakespeare,León Tolstoi, Usigli o Sartre, pero haci son estas cosas del actuar, por eso aveces le hace a la escritura y a la técnica sin mesura de la fotografía que son sus mayores pasiones...

Haci son esa coincidencias en estos días de verano que quieren comenzar con reflejos de gente luminosa y con las gotas de lluvia que cargamos en los cabellos.


salut


SASIK

viernes

poemita

SEÑALES

Protéjeme de toda destella
del mal
aprisiona este tiempo
encierralo con Kumkuja
Nútreme de la ancestral sabia
gota de oro
en que atrapaste al tiempo
desde el estuario
salobre del manglar
Resguarda de mí
de las horas , las lluvias
y la mañana

Dáme de tu veta ambarina
para contemplar la forma
del silencio con el tiempo

Limpiame

como a la mansa luz
que sigue a la yerba para florecer

Protégeme

cornucopía de rocío
ambar intenso y profundo
vuelve mi llanto
en un goterón de ti


Sasik

miércoles



Hoy estrene mi bañito; producto de muchos deseos acuáticos, placer donde la piel se desenmarca de toda prontitud, el tiempo se vuelve etéreo y lento; la muerte debe ser haci de plácida y complaciente.



Mi bañito es pequeñito como mis pies y mis dedos, resplandece en un marfil sobrio, pero está rodeado de un purpura grafiado, así como un dintel romano. Alrededor las esencias y las mieles esperan ansiosas a ser abatidas por el agua tibia, mientras las velitas tirititean con el vapor... Si te zambulles y apareces a esta realidad, delante de tus ojos hay un ventana que da al jardín desde ahi las flores de durazno son testigos de placidez.




¡Ah! pero no sólo es eso... una vez dado el baño sales a la salita donde te espera un delicioso chai-vainilla calientito y detrás de la ventana miras a Kin y la cosa más espectacular de la rosa de castilla cubriendo soberbia todo lo que te alcanza a la vista y una escultura de jaguar acecha sigilosa tu paso húmedo de ese gran estreno...